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El "Otro" de Morrison

“Creemos que en las redes sociales usamos el lenguaje para ejercer nuestra libertad, pero nos estamos equivocando. Todos nos sentimos con derecho a opinar, aunque no sepamos de lo que estamos hablando”. Escribe BEATRIZ RIVAS.

Por Emequis
12 / 07 / 19

Amo a Jim Morrison: su voz, su música, sus poemas y… ese rostro que me lleva directamente al paraíso. En mi adolescencia, un enorme poster del vocalista de los Doors decoraba la pared de mi recámara. Pero no voy a hablar de él hoy, sino de ella: Toni Morrison, fallecida este año, incansable luchadora por los derechos de los afroamericanos y de las mujeres. Única mujer negra (hasta ahora) en haber recibido el  Premio Nobel de Literatura y quien algún día dijo que Clinton era el primer presidente negro de la historia: “A pesar de su piel blanca, este es nuestro primer presidente negro. Más negro que cualquier negro que pudiéramos ver electo en nuestras vidas. Después de todo, Clinton tiene todos los atributos de la negritud: hogar monoparental, nació pobre, clase trabajadora, toca el saxo y es un chico de Arkansas al que le gustan los McDonald´s y la junk food”. Es decir, Morrison no se fijaba en el color de piel, sino en la cultura.

¿Por qué la traigo al cuento, el día de hoy? Porque cada día me horrorizo más con el odio que se derrama, a diario, en las redes sociales; sobre todo en Twitter. Un odio al Otro (como decía Morrison, así, con mayúscula) que encuentra campo de cultivo en las diferencias de manera de pensar, de posición política, de religión y hasta de género. A favor o en contra de López Obrador, a favor o en contra del aborto, a favor o en contra de… todo. El problema no es que existan opiniones diversas, hay que aplaudirlas, sino la animadversión que suscita quien piensa diferente a nosotros. Ese Otro lejano, distinto,  que no opina igual que yo. Al que rechazamos y atacamos.

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Difícilmente en las redes sociales vemos discusiones con argumentos, con razones por delante en lugar de usar emociones exacerbadas. Todo lo que encuentro son insultos.  Cada vez hay más rabia, aversión, desprecio. Como si solo una de las partes fuera la dueña absoluta de la Verdad y la Razón. Esto es peligrosísimo. Toni Morrison lo sabía y escribió once novelas, combatiéndolo. Además de dos libros de ensayos que valen la pena ser rescatados.

La escritora nacida en los Estados Unidos en 1931, denunció, en novelas bellísimas y dolorosas, la esclavitud, la injusticia, la situación de las mujeres, el peligro de ser diferente, de no pertenecer. Lo terrible de ser extranjero, extraño, en su propio país. Releerla en estos momentos se antoja necesario aunque parezca que su temática está a años de distancia de México. “La narrativa ofrece un terreno baldío controlado, una oportunidad de ser el Otro, de convertirse en el Otro. El forastero. Con compasión, con lucidez y con el peligro de caer en el examen de conciencia”, nos explica. Eso necesitamos: un examen de conciencia. Ponernos frente al espejo. Conseguir empatía hacia quien está del otro lado de la línea. Aprender a ponernos en los pies de nuestro vecino, para comprender su postura.

“Cuando los conflictos internos van en aumento, los hombres necesitan desesperadamente encontrar un enemigo para expiar y destruir el mal y los problemas que castigan a su comunidad”. ¿Será esto lo que nos pasa actualmente? ¿Que ya no sabemos a quién culpar? ¿Que, para salvarnos y sentirnos bien con nuestra conciencia, debemos responsabilizar a alguien más?

“Los blancos creían que al margen de su educación y sus modales, debajo de toda piel oscura había una selva. Veloces aguas innavegables, babuinos oscilantes y chillones, serpientes dormidas, encías rojas a la espera de su dulce sangre blanca”, escribe Toni Morrison en su novela multipremiada, Beloved. ¿Eso creemos del Otro? ¿Por eso le tememos y, por lo tanto, lo atacamos sin más razón que nuestro miedo?

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Creemos que en las redes sociales usamos el lenguaje para ejercer nuestra libertad, pero nos estamos equivocando. Todos nos sentimos con derecho a opinar, aunque no sepamos de lo que estamos hablando. Bien decía la autora afroamericana nacida en Ohio con el nombre de Chloe Ardelia Wofford: “El lenguaje opresivo hace más que representar a la violencia, es violencia.” “El lenguaje sexista, el racista, el teísta son todos lenguajes del dominio.” Y no podemos pretender dominar a los Otros solo porque piensan distinto, o son mujeres, o su color de piel es diferente a la nuestra, o tienen más o menos dinero que nosotros. 

Hoy en día no se ganan las discusiones convenciendo al Otro con ideas, argumentos, cifras, datos duros, razonamientos, ejemplos. Se ganan por el número de bots que insultan. Por el número de seguidores que vituperan y gritan.

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¿En serio creemos que podemos construir un país y una manera de “ser humanos” combatiéndonos, descalificándonos? Porque descalificar al Otro a priori es lo mismo que pensar que nosotros somos superiores. Que nosostros sí sabemos lo que sucede y hacia dónde debemos ir. ¿No les suena conocido? Creerse superiores nos lleva (la historia lo ha demostrado) a la ruptura de cualquier diálogo, al racismo, a la intolerancia, al genocidio. Leer a Toni Morrison es darnos cuenta del horror al que conduce el hecho de que un grupo de hombres se sienta superior a otro. En Estados Unidos, durante muchos años, una gran parte de la población fue esclavizada, maltratada, asesinada porque ni siquiera se consideraban seres humanos. Hoy todavía, a pesar de que la esclavitud está prohibida, sus condiciones de vida y sus oportunidades son mucho más difíciles que las de los blancos. Lo mismo sucede con otras minorías, como los latinos. Peor desde que Trump llegó al poder y profundizó el rechazo y las diferencias.  

Todos somos, también, el Otro.  Deberíamos saberlo. Pero podemos caer en el error de dejarnos presionar por las redes sociales y esas presiones “pueden empujarnos a negar al extranjero que llevamos dentro y a oponer férrea resistencia a la condición universal de la humanidad”. Así de contundente lo señalaba la Premio Nobel de 1993, una mujer orgullosamente afroamericana, que presumía su color de piel y su cabello rizado de canosas rastas y que siempre se preguntó qué motiva la tendencia humana a la creación del Otro y por qué la presencia del Otro nos asusta.

En esta época es imperativo volver la vista hacia la literatura y rescatar aquellos libros y escritores que dedicaron su pluma a luchar contra la intolerancia, contra la descalificación del Otro. Toni Morrison es un ejemplo perfecto. Releámosla. A veces la salvación puede encontrarse en los mundos de ficción que, a través de personajes e historias, nos cuentan mucho más verdades sobre nosotros mismos, que las noticias diarias y las opiniones irresponsablemente vertidas en las redes sociales. Conferencias mañaneras, incluidas…

 

@Brivaso

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Emequis

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