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El diputado federal más votado del país tiene una misión: que Morena pierda la CDMX en 2024

El panista Luis Mendoza tiene un récord bajo la manga: más de 170 mil votos en una elección a diputado federal. Y lo hizo en una ciudad de izquierda. Con los años, este legislador desarrolló una fórmula exitosa que quiere aplicar para sacar a Morena de la capital.

11 / 17 / 21

EMEEQUIS.– A las 7:30 de la noche del 1 de julio de 2012, el hombre que hoy detenta el título del diputado federal más votado en todo el país estaba seguro que su carrera política estaba por terminar estrepitosamente a los 32 años. 

Luis Mendoza Acevedo, hoy legislador panista y entonces presidente de Acción Nacional en la exdelegación Benito Juárez, en la Ciudad de México, veía con horror desde una casona en la colonia Narvarte que la candidatura a la jefatura de Gobierno de Miguel Ángel Mancera pintaba de amarillo toda la ciudad, incluido su territorio, el gran bastión blanquiazul.

“Ese día lo empezamos convencidos de que íbamos a ganar la delegación por un amplio margen. Pero en cuanto cerraron las casillas y llegaron las primeras actas vimos que apenas sacábamos dos o tres votos por encima del PRD —no existía Morena en aquel año— y en muchas otras casillas, de plano, perdíamos”, cuenta Luis Mendoza a EMEEQUIS en una cafetería dentro del distrito que hoy representa en la Cámara de Diputados, el 15 federal.

“Te voy a confesar algo: en algún momento de la noche pensé que lo que tenía que hacer era dejar de contar votos y empezar a redactar mi carta de renuncia al cargo, por vergüenza”.

Aquella noche electoral, el PAN ganaba por un puñado de votos en las casillas en las colonias de clase media y alta, como Del Valle o Nápoles, pero en las de clase media baja, como Moderna, Nativitas o —peor— la colonia Villa de Cortés, donde nació Luis Mendoza, los panistas iban perdiendo.

El joven panista no podía creer los números que veía ni el rostro desencajado de su amigo Jorge Romero —entonces candidato panista a jefe delegacional— quien perdía su condición de favorito contra Lety Varela, la nominada del perredismo que en las semanas anteriores había crecido gracias a cientos de spots de televisión en los que aparecía con Miguel Ángel Mancera, un fenómeno político que se apagaría con la misma rapidez que su súbito ascenso.

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“Estaba nerviosísimo. A mi el ‘Yunque’ no me quería, había bloqueado mi ascenso en el partido y, a pesar de ellos, yo había llegado al cargo a demostrar que podía con el paquete, ¡cómo iba a ser posible que mi legado sería perder la delegación!”, recuerda el panista. 

Agobiado, el joven administrador de negocios se fue a dormir hasta las 2 de la mañana. Pensó en su eventual discurso de concesión de derrota y su renuncia, pero lo que más le dolía era aceptar la derrota frente a su padre y madre, panistas desde la cuna y de la Benito Juárez.

“Eso fue en el 2012… ¡y mira! Pasé de estar a punto de firmar mi carta de renuncia a ser el diputado federal más votado del país, ¡todo en el mismo distrito!”, dice con una sonrisa, mientras bebe un jugo de naranja.

Luis Mendoza (der) con su hermano y su papá en un campaña del PAN. Foto: Especial.

CONTRA EL YUNQUE

Nueve años después de aquella noche, Luis Mendoza Acevedo consiguió lo que ninguno de sus 499 compañeros en San Lázaro han logrado: cosechar 173 mil votos en un sólo distrito electoral, de los cuales 142 mil fueron aportados por su partido, el PAN, y el resto los puso el PRI y el PRD, aliados en la elección del 6 de junio de 2021.

Superó, incluso, los 109 mil votos que consiguió una panista de abolengo, Margarita Zavala, y los de otros blanquiazules de alcurnia y prosapia. Su triunfo, dice, es una combinación de sorpresas para propios y extraños, excepto para alguien: él mismo.

Su padre es un arquitecto con décadas de militancia en el PAN que nunca aspiró a cargos de elección popular, igual que su madre. Ambos —con ayuda de sus dos hijos— vivían de las ganancias de un modesto restaurante de comida yucateca en la colonia Villa de Cortés, pero que no eran suficientes para vivir como los panistas de cuna de oro.

Luis Mendoza debió abrirse paso por su cuenta: trabajando en Tepito, estudiando en escuelas públicas, haciendo carrera como brigadista para la campaña de Santiago Creel, en el 2000, con miras a ser jefe de Gobierno en la capital.

Ahí aprendió a pintar bardas, trepar postes, colocar pendones y a que las derrotas no son para siempre: su candidato perdió frente a Andrés Manuel López Obrador, pero la noche del 2 de julio de 2000 se emocionó al ver a Vicente Fox festejar que había sacado al PRI de Los Pinos. 

A partir de ahí, inició un ascenso en el partido desde los sótanos del poder: como “chícharo” —ayudante en el escalafón más bajo— del diputado local panista Rolando Solís, quien fuera compañero de legislatura de pesos pesados del partido como Federico Doring o “Pancho” Cachondo, y luego como trabajador en la administración delegacional del hoy morenista Fadlala Akabani, acompañando a verificadores de negocios por todas las colonias.

Ingresó a Acción Juvenil y ahí se dio cuenta de la pendiente inclinada que debía subir: los ultraconservadores panistas lo veían con malos ojos por no venir de una familia tradicional panista, por su origen de clase media y, especialmente, por ser joven. 

“El Yunque me bloqueaba. A todos en mi grupo político, en realidad. Ellos eran ‘vacas sagradas’ y nos despreciaban por jóvenes. Jorge Romero (hoy coordinador de los diputados panistas en San Lázaro), Christian Von Roehrich (coordinador de diputados panistas en el Congreso CDMX), Santiago Taboada (alcalde de Benito Juárez) a todos nosotros… no confiaban en nosotros. Fue difícil, pero probamos que podíamos hacerlo bien”. 

Luis Mendoza en la Cámara de Diputados. Foto: Facebook.

LA LEYENDA DE LOS “OCEAN”

Desde entonces, recuerda Luis Mendoza, a ese grupo de jóvenes y ambiciosos panistas se les llamaba “Los Ocean Eleven”. Hay dos versiones sobre el origen de ese apodo: según el panista en la cafetería, el nombre es por un restaurante de mariscos — El Ocean — en la avenida La Paz, al sur de la ciudad, donde los panistas jóvenes salían de fiesta.

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Los críticos de ese grupo compacto de panistas benitojuarenses dicen que es por la película dirigida por Steven Soderbergh, del mismo nombre, que retrata las estafas de un grupo de amigos para robar casinos. Sólo que en la hoy alcaldía la riqueza no está en los casinos, sino en el boom inmobiliario de constructoras que no paran de levantar edificios con decenas de departamentos en pequeños predios donde antes había casas familiares.

“Es una mentira descarada que seamos millonarios, que tengamos propiedades por toda la Benito Juárez. Si fuéramos los corruptos que dicen, ¿la gente seguiría votando por nosotros? Es el gobierno de la Ciudad de México el que ha permitido el desorden inmobiliario y nos quieren achacar, a los panistas de aquí, esas malas prácticas”, asegura Luis Mendoza.

Para 2011, ese grupo de jóvenes panistas había tomado ya el control de la entonces delegación con la condición de ser desterrados del partido, si no daban resultados. Y Luis Mendoza, de apenas 31 años, tenía la tarea de arrasar en la elección local.

Hoy, a la distancia, cree que se confiaron. El panismo creyó que los vecinos de la Benito Juárez votarían ciegamente por ellos e hicieron una campaña de brazos caídos, mientras que el perredismo —entusiasmado por su candidato que venía de ser un eficiente procurador en tiempos de Marcelo Ebrard— hizo una carrera hasta el último aliento del 1 de julio de 2012. 

Al día siguiente, Luis Mendoza se levantó a las 4 de la mañana. La angustia y la posibilidad de una derrota no lo dejaban dormir. Se asomó a su computadora y vio que el árbitro electoral tenía contadas casi el 100% de las actas con un número difícil de creer: el panismo retendría la delegación con menos de 500 votos de diferencia sobre Lety Varela.

“Esa mañana festejamos en el estacionamiento de la sede del PAN en la alcaldía… como unas 50 personas. Habíamos cancelado el festejo, los mariachis, todo. Ganamos por un margen estrecho y yo me había salvado de entregar mi renuncia al partido.

“Pero yo creo que ahí aprendí algo que nunca se me va a olvidar: jamás debo confiarme, este trabajo es de 24 horas los siete días de la semana. Desde entonces así lo asumí: nunca más dejar nada al azar, yo voy a cada elección a jugarme todo”. 

Mendoza asegura que recorrió todo el distrito para saludar potenciales votantes. Foto: Facebook.

LA FÓRMULA GANADORA

La lección dio resultado. Tres años después, Luis Mendoza contendió, por primera vez, para una diputación. Era 2015 y tenía que ganarle una curul en el Congreso local a la perredista Dinorah Pizano, una feroz contendiente que lo volvió a hacer sudar. A pesar de entrar en una reñida competencia, el panista ganó.

En 2018, lo mismo, pero ahora iría a una campaña para una diputación federal. El reto era complicado: Andrés Manuel López Obrador era un huracán presidenciable cuyos vientos podían cambiar la elección hacia cualquier lado. Un pequeño descuido y Luis Mendoza se quedaría sin asiento en San Lázaro, pero se impuso finalmente al candidato de Morena, el actor Ausencio Cruz, cuyo personaje “Margarito” popularizó la frase “¡Lástima, Margarito!” por ser un perdedor incluso cuando las condiciones de triunfo eran óptimas para él.

En 2021, Luis Mendoza se lanzó a la reelección de su curul y se volvió a medir contra otro candidato de Morena salido de la farándula, Ignacio Peregrin Schüll, un desconocido en el distrito federal 15 que era mejor conocido por ser hermano de la cantante Belinda.

“Apliqué en esa campaña todo lo que sabía hacer. Todo lo que aprendí en las campañas anteriores. No dejé una colonia sin recorrer, un vecino sin conocer, hacía reuniones de trabajo con tres o cuatro personas, ¡qué importa! Volví a pintar bardas, pegar pendones… ¡si yo lo hago desde chico, ni modo que no lo hiciera para mi campaña!”

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El resultado fue un dividendo arrollador: tres campañas al hilo ganadas en el mismo lugar, una más exitosa que la otra. Y para la noche del 6 de junio de 2021, una sensación de satisfacción muy distinta a la del 2012: más de 170 mil votos lo catapultaron al estrellato panista con felicitaciones hasta de quienes auguraban su fracaso político.

Hoy, Luis Mendoza es una de las grandes apuestas del panismo no sólo para ganar la Ciudad de México en 2024. El presidente del partido, Marko Cortés, lo contempla como delegado especial para las elecciones estatales en Durango o Tamaulipas y que lleve su modelo de campaña a territorios donde el PAN no es favorito para ganar, sino Morena. 

“Yo sé cómo ganar elecciones. Sé hacerlo ensuciándome los zapatos, recorriendo las calles, durmiendo con mi equipo en una casa rentada y operando para mi partido. Si me llaman, ahí estaré”, dice Luis Mendoza, convertido en la figura a seguir entre los blanquiazules.

Una figura, reconoce, inesperada: sin abolengo, sin cuchara de plata en la boca, pero sí con un título que nadie más puede reclamar para sí mismo, ni siquiera los morenistas y el impulso que da la popularidad del presidente.

“Yo no estoy acá por el puesto, yo estoy acá por el PAN”, dice, emocionado, el diputado de 41 años. “Y por mi partido hago todo. Eso significa usar todo lo que tengo para que le ganemos a Morena las seis gubernaturas el próximo año y la Ciudad de México en 2024.

“Ya tengo la fórmula: sólo hay que seguirla”.

@oscarbalmen

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SOBRE EL AUTOR

Oscar Balderas

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