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Suicidios aumentan 44.68% en la CDMX entre 2015 y 2022; en mujeres, 57.89%

A través de transparencia, EMEEQUIS tuvo acceso al registro de cuerpos que ingresaron al Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO) entre 2015 y 2022. En los datos se percibe un aumento de los suicidios del 44.68%. El especialista Salvador Guerrero Chiprés señala la importancia de escuchar a las personas que dan advertencias suicidas.

9 / 19 / 23

EMEEQUIS.– Esa noche, un cuerpo cayó hacia el vacío desde las alturas del hotel Holiday Inn Express en Reforma 222, en la Ciudad de México. Era el de una mujer que se lanzó al vacío. Tardó cerca de media hora en romper el vidrio que la separaba de la altura y la dureza de la calle. Ocurrió el 8 de junio pasado y se volvió un eslabón más en la larga cadena de suicidios que ocurren en la capital y que ha ido en aumento en los últimos años.

En ese mismo inmueble, un hombre de 40 años también perdió la vida al arrojarse desde el tercer piso el 28 de julio pasado. 

Los adultos mayores también se suicidan. Como fue el caso de un hombre que decidió quitarse la vida dentro de una iglesia en la alcaldía Benito Juárez. Era un hombre de 70 años que se disparó en la cabeza en la Medalla Milagrosa porque, según la carta que encontraron los policías, sufría por una parálisis facial, diabetes y presión alta. 

Este mes, se visibilizan más este tipo de casos gracias al Día Mundial de Prevención del Suicidio (el 10 de septiembre). Los números ayudan a dimensionar el problema. 

A través de transparencia, EMEEQUIS tuvo acceso al registro de cuerpos que ingresaron al Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO) entre 2015 y 2022. En los datos se percibe un aumento de los suicidios del 44.68%.

En 2015, un lustro antes de la pandemia, 461 personas se suicidaron en la CDMX,  según los registros del INCIFO. En los siguientes años, no varió demasiado, pasando en 2016 a 502 y luego en 2017 a 490 casos. 

Incluso en 2018 bajó hasta los 479 casos. Sin embargo, en 2019, hubo un aumento a 596 suicidios; después, en 2020 aumentó todavía más, a 609, y en 2021 a 630 suicidios. Por último, en 2022 se registraron 667 suicidios. 

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Los suicidios entre jóvenes aumentaron un 34.42%, ya que en 2015 murieron por esta causa 215 personas entre 0 y 30 años; en 2016, murieron 223; en 2017, se registraron 221 suicidios. 

En 2018, los números llegaron a 225. Sin embargo, en 2019, aumentaron a 278 suicidios. En 2020 hubo 277 muertes; en 2021 se registraron 276 muertes y en 2022, hubo un aumento a 289 muertes. Es decir, un 4.71% en relación con el año pasado. 

Otra de las cifras dramáticas tiene que ver con un aumento en la cantidad de suicidios de mujeres: en 2015 hubo 95; en 2016 y 2017 hubo 97 en ambos años; en 2018 hubo 106 y en 2019 llegaron a 118. 

En 2020 aumentaron más, llegando a 131 y en 2021 a 141. Por último, en 2022 llegaron a 150, lo que representó un aumento del 57.89% en relación con 2015

Otro de los focos rojos han sido los menores de edad. En 2015 se suicidaron 47 personas de este sector de la población. En su punto más bajo, en 2016, se suicidaron 33 menores. En 2017 volvió a aumentar a 47 y en 2018 a 51. 

En 2019 llegaron a los 58 casos y en 2020 a los 67. En 2021, hubo 59 casos y en 2022 60, lo que representó un aumento del 27.66% en relación con 2015.  

Año 

Suicidios     totales

Entre 0 y 30 años

Mayores de 60

Mujeres

Menores de edad

2015

461

215

47

95

47

2016

502

223

53

97

33

2017

490

221

48

97

47

2018

479

225

44

106

51

2019

597

278

60

118

58

2020

609

277

67

131

67

2021

630

276

56

141

59

2022

667

289

60

150

60

Fuente: INCIFO, registro de cuerpos ingresados de 2015 a 2022. 

 Salvador Guerrero Chiprés: la importancia de escuchar. 

En entrevista para EMEEQUIS, Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano (organismo que cuenta con atención especializada para la prevención del suicidio), señala la importancia de escuchar a las personas que dan advertencias suicidas:

“Hay que identificar cuando las personas pueden ser más vulnerables y las alertas empiezan desde que los sujetos dicen me quiero suicidar, no quiero vivir, ya no vale la pena estar aquí. Son avisos reales, no son clichés o bromas y hay que atenderlos en esa medida y también hay que estar muy atentos a tres detonantes clave”. 

Estos son “el luto por la terminación de una relación amorosa o sexual que era muy relevante, también el luto vinculado a la terminación de un trabajo y también sobre todo al luto que se deriva de la terminación de la vida de una persona que era muy cercana a nosotras o a nosotros”. 

Señala que, si bien la Ciudad de México no es un foco rojo de suicidios a nivel nacional o mundial, hubo un aumento dramático de llamados de auxilio durante la pandemia: “Este fenómeno nuevo, hay una generación mucho más sensible o dispuesta a hablar de lo que siente y que durante la pandemia llegó a multiplicar por cinco el número de reportes que tuvimos de personas en ideación suicida”. Por sólo dar un ejemplo, esta organización recibió de 2020 a 2021, un 120% más de llamadas de personas en riesgo de cometer este tipo de actos (9 mil 862 personas).

Sobre el suicidio en mujeres, Guerrero Chiprés apunta que si bien los hombres se suicidan más, “las mujeres comunican más y que inclusive comunican más lo que sienten y que el acto de la tentativa suicida es un llamado, es un grito, es una manera de tratar de canalizar un mensaje para personas que no están atendiendo”.

“Creo que en parte eso explica que ellas utilizan mucho más pastillas que los hombres, o que los hombres sean mucho más definitivos, por ejemplo, con el ahorcamiento, con arrojarse al vacío o en un vehículo en marcha”. 

HISTORIAS DE SUICIDIO Y JUVENTUD 

Tres personas accedieron a dar su testimonio sobre intentos de suicidio. EMEEQUIS los recopiló con el fin de ejemplificar la realidad y las motivaciones que pueden llevar a una persona a tomar la decisión de quitarse la vida. 

AIDA

Aida cuenta su historia. Fue una escena ocurrida en casa en 2017, cuando ella tenía 21 años. Aún estudiaba en la universidad y estaba haciendo su servicio social: “En realidad durante toda mi vida he tenido ciertos episodios, a lo mejor no con la magnitud que tuve en esa ocasión”. Había sobre todo episodios depresivos. 

Antes del episodio, su estado emocional decayó “muchísimo, yo ahora que lo veo como con esa retrospectiva, pues me doy cuenta que estaba cayendo en una depresión muy severa y recuerdo que esa época todo era muy gris, era una cosa muy difícil, me costaba mucho trabajo levantarme y tengo recuerdo de cosas muy específicas”. 

“Recuerdo que en esa época, particularmente cosas tan sencillas como viajar en transporte público me parecían algo nefasto: o sea, yo recuerdo que veía a mujeres todas apretadas, a los niños, gente chillando y yo venía en mi cabeza maldiciendo todo”. 

“En mi mente era como ¿para qué rayos seguimos naciendo?”.

Ella cuenta que por momentos llegó a pensar que así era su personalidad: “No fue una sola cosa lo que lo detonó, sino que de pronto fue una suma de pequeñas cositas que se van acumulando”. 

Uno de los principales factores que contribuyeron a que tomara una decisión tan extrema fue “una relación de pareja muy mala con una persona que era muy inestable, la relación estaba bastante mal y por supuesto que eso también me afectaba emocionalmente”. 

Esto junto con “asuntos de mi infancia de mi pasado” que habían quedado pendientes “se sumaron a muchas pequeñas cositas que terminaron por hacerme colapsar”. 

No recuerda la fecha, pero fue “el último fin de semana de julio de 2017, yo tenía 21 años, le iban a hacer una comida en casa de mi abuela por el cumpleaños de mi papá, que había sido unas semanas antes”. 

La familia había quedado de verse por la tarde. Sus padres habían salido temprano para ir a ver a unos pacientes (ambos eran médicos):

“Yo me quedé sola en casa”.

“Había quedado de ver a mi pareja de entonces y recuerdo que él me canceló como de último momento, pero no era la primera vez, no sé, era algo muy frecuente”. 

Ese hecho, que era parte de una larga cadena de acontecimientos dolorosos, iniciaron el proceso: “Yo me alcoholicé mucho, recuerdo que tomé una botella de tequila; si no me la acabé, dejé un chorrito”. 

Sacó más botellas de la cava de la casa: “Mis padres, los dos son médicos, entonces acceder a medicamentos también es relativamente fácil”. 

Una vez que estaba ebria, tomó muchas pastillas: “No recuerdo ya con exactitud qué fue lo que tomé, porque recuerdo que tomé dos botecitos de Clonazepam y al menos de esos me los acabé”. 

Llegó el sueño. Recuerda que el viaje en carro “difícilmente podía abrir los ojos”. Iban camino a la fiesta en casa de su abuela: “Recuerdo que llegué, me metí a la cocina y (estaba) yo saludando”, cuando todo se borró. 

Tuvo que estar internada: “Supongo yo que tuvieron que lavarme el estómago, sabrá Dios qué tuvieron que hacer”. 

“Toda mi vida prácticamente he tenido episodios un tanto de inestabilidad emocional, entonces, durante la secundaria, solía cortarme mucho, autolacerarme, y tengo marcas sobre todo en las piernas, tengo las cicatrices”. 

Su madre vio por primera vez las marcas cuando Aida ingresó al hospital. “Mi mamá estaba muy alterada” porque “no había visto”. 

“Un poco en terapia entendí que de pronto ese tipo de desbalances son como, no quiero usar la palabra, ‘normales’, pero digamos, que es como algo que ocurre o es frecuente, como en ese tipo de situación de depresiones”. 

ARLÍN

 Arlín ahora tiene 25 años. “Todo esto me pasó a los 19, producto de un ataque sexual que me dejó con secuelas”. 

Ella narra que cuando tenía 19 años, “era una de las scouts más destacadas de mi provincia, que es La Laguna; uno de mis compañeros intentó violarme y matarme en un evento Scout; han pasado 6 años de eso y aún no me recupero”. 

Narra que estuvo yendo al psiquiatra “durante varios años. Me diagnosticaron PTSD (Trastorno por Estrés Postraumático, por sus siglas en inglés), depresión y ansiedad generalizada, con el tiempo también descubrimos que soy neurodivergente”. 

Cuenta que tuvo varios intentos: “Tres con pastillas, uno intenté que los carros me atropellaran y el último, traté de tirarme de un cerro”.

“Los más dramáticos fueron los de las pastillas, creo, en mi casa, mi novio de entonces vivió todo ese proceso conmigo (duramos ocho años juntos y me ayudó a salir de ese hoyo)”. 

En una ocasión, su pareja “me metió las manos a la boca para vomitar lo que me había tomado, tomaba muchos medicamentos controlados: reguladores de humor, antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos”. 

También destaca que “hace dos años, un amigo que consideré muy cercano, intentó abusar de mí; volví a considerar el suicidio muy seriamente; me detuve sólo porque no quería que mi mamá reconociera mi cuerpo, o mi hermano, o mi mejor amiga”. 

“Sinceramente, pienso que un ataque como esos me podrían a pensar en el suicidio otra vez, a veces creo que no soy apta para vivir en este mundo”. 

Ella cuenta que tiene una “lista larga de ataques de este tipo, muchas agresiones que sí se dieron y en tres ocasiones han intentado matarme”. 

Actualmente, ella toma terapia: “Me siento mucho mejor y soy funcional, pero sé que si vuelvo a pasar por algo así, no me aseguro afrontarlo”. 

AMAIRANI 

Esto ocurrió el 10 de marzo de 2020. “Recuerdo que desperté en un hospital y habían declarado oficialmente la pandemia”.

¿Qué había pasado? Consumió “30 tabletas y vodka”.

“Recuerdo mucho cómo lo preparé; quería irme, pero al mismo tiempo que alguien me salvara: es un sentimiento extraño”. 

“Han sido años de terapia, de pastillas, de no funcionar en la vida adulta ‘normal’ porque dependes de una pastilla para sobrellevar la realidad”. 

“Hay personas que por su propio bien se alejan de ti al saber que lo intentaste”.

Señala que “no puedes hablar de depresión y pastillas en un trabajo porque, si algo sale mal, es por tu culpa”.  

Dice que no puede hablar de que el Clonazepam, el Topiramato y la Risperidona “te noquean a tal grado que no puedes levantarme temprano; llegas tarde y no puedes excusarte”. 

Para ella, la lucha contra la idea del suicidio “es una pelea que libras diario, sólo hace falta un impulso (este no es la pérdida de alguien o un rompimiento amoroso), es un sinsentido de la vida”. 

Alumnas del Cobaev de Tuzamapan, Veracruz, realizan una marcha para exigir justicia para Abigail, quien presuntamente se quitó la vida por el acoso de un maestro. Foto: Yerania Rolón / Cuartoscuro.com.

PREVENCIÓN DEL SUICIDIO 

Según la Organización Panamericana de la Salud, el suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años en las Américas. “Las personas de 45 a 59 años tienen la tasa de suicidio más alta de la Región, seguidas por las de 70 años o más”. 

Datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) señala que el suicidio “es un problema de salud pública en el mundo y también en nuestro país. Existe un aumento significativo del reporte de casos a través del tiempo”. 

Las últimas estadísticas del INEGI muestran que en 2021, se reportaron un total de 8 mil 351 suicidios en el país. “Esto representa una tasa de suicidio de 6.5 por cada 100 mil habitantes”. 

Los datos del instituto muestran que las mayores tasas de suicidio entre personas de 15 a 29 años se registraron en Chihuahua, Yucatán y Campeche con 26.4, 23.5 y 18.8 suicidios por cada 100 mil jóvenes. 

El gobierno de México ofrece al público la LÍNEA DE LA VIDA (800-911-2000) donde personal especializado “brinda atención y apoyo a cualquier hora y en cualquier día”. 

También el Chat de Confianza del Consejo Ciudadano Programa ¡Sí a la Vida! brinda atención las 24 horas del día los 365 días del año al 55-55-33-55-33.

@Ciudadelblues 

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