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Lozoya, el hombre al que le gustaba presumir su fortuna

Hubo un tiempo en el que Emilio Lozoya fue un hombre transparente. No disimulaba su dinero ni sus ganas de gastarlo. En su declaración patrimonial publicó la compra de una casa de 38 millones el mismo año en que habría recibido sobornos de Odebrecht.

2 / 13 / 20

Entre 2012 y 2013, el lapso en el que habría cometido robo a la nación a gran escala, Emilio Ricardo Lozoya Austin fue uno de los hombres más transparentes del Gobierno de Enrique Peña Nieto. El dinero, no lo escondió. Sus ganas de gastarlo, tampoco. Cuatro meses después del regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder, celebró el triunfo con el pago al contado de una casa de 38 millones 175 mil pesos. 

El exdirector de Pemex fue detenido en una zona residencial de Málaga, donde viven millonarios de diversas nacionalidades. Genio y figura.

Visto a través del cristal de sus propias declaraciones patrimoniales ante la Secretaría de la Función Pública de ese periodo, la imagen es de un hombre despreocupado, libre, millonario. Si bien en México, la declaración patrimonial –el documento que acredita la fortuna de los funcionarios públicos ante las autoridades– puede presentarse para la consulta de los ciudadanos de manera pública o privada, Lozoya Austin eligió exponer absolutamente todo. Y el rasgo lo distinguió entre los funcionarios del Gabinete. Ninguno, ni el propio presidente o Luis Videgaray Caso (su hombre más cercano), fueron tan claros.

Sin tapujos, Emilio Ricardo Lozoya Austin asentó que coleccionaba relojes de lujo con engranaje de oro y las horas marcadas con piedras preciosas; que, en 2005, se había hecho de tajo de un Dalí en 50 mil dólares; que también de su bolsillo y al momento, compró cuatro cuadros de Luis Zárate (pintor oaxaqueño) que le costaron 400 mil dólares, mientras que por herencia conservaba un Picasso de 500 mil dólares.

Tampoco tuvo recato para exponer el dinero que invertía en cuentas en dólares y monedas europeas. En 2013, apenas tomó la Dirección de Pemex, fue exhaustivo en publicar que tenía 250 mil 626 dólares (unos 3 millones 200 mil 494 pesos); 5 mil 172 francos suizos (72 mil 953 pesos) y un millón 615 mil euros (27 millones 531 mil 320 pesos).

Parte de la declaración patrimonial de Lozoya en la que destacan cuentas bancarias y la compra de una casa.

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LAS LUCES SE DESVANECIERON

Pero, poco a poco, el político dispuesto a hacer público su patrimonio se fue extinguiendo. En los años siguientes, registró que abría y cerraba cuentas bancarias, pero ya no decía por cuánto. En mayo de 2013, declaró ocho. Un año después, incorporó otra. En 2015, se deshizo de tres y abrió otra. Y en febrero de 2016, tenía siete. También, en ese momento, contaba con un fondo de inversión en dólares, así como tres inversiones en organizaciones privadas expresadas en títulos (empresas, negocios o cajas de ahorro).

Lozoya Austin se volvió un hombre opaco y reservado. Cuando en 2016 dejó el asiento principal de Pemex, cerró los datos de su fortuna y firmó ante la Función Pública que no deseaba hacer público ningún bien patrimonial ni de ahorro. Su declaración se resumió a su Currículum Vitae.

La mañana del 12 de febrero de 2020 apareció con las manos esposadas a la espalda, custodiado por dos elementos de la Policía Española y vestido con playera, pantalón y chaleco de color oscuro. Acusado de delincuencia organizada, cohecho y operaciones con recursos de procedencia ilícita por la Fiscalía General de la República, fue detenido en una urbanización de lujo en Málaga, España. Reportes periodísticos dieron cuenta que se sabía que en el sitio habitaba “un discreto exfuncionario mexicano” que pocas veces asomaba la cara. 

Los recursos de procedencia ilícita de Lozoya Austin serían sobornos por cuatro millones de dólares de la constructora Odebrecht en la campaña electoral de 2012, el año en que él mismo declaró que compró una mansión al contado en el tiempo en que quiso ser transparente. Directivos de esta empresa brasileña aseguran haberle entregado 10 millones de dólares en total.

Las primeras imágenes que comenzaron a circular de Lozoya detenido por la policía española.

EL HOMBRE CLAVE

El hijo de Gilda Austin (bajo arraigo por poseer cuentas bancarias a donde se habría desviado dinero) y Emilio Lozoya Thalmann –director del ISSSTE en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari– fue elegido por el Foro Económico Mundial como uno de los Jóvenes Líderes Mundiales de 2012. La organización ponderó sus logros profesionales, su compromiso con la sociedad y su potencial para contribuir a “forjar el futuro del mundo”. Luego, Peña Nieto lo nombró encargado de asuntos internacionales en el equipo de transición. Cuando se incluyó a Brasil –el país de Odebrecht– en la gira del entonces presidente electo, el exfuncionario exclamó: “Hay la invitación y la intención de ampliar las relaciones estratégicas”.

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En diciembre, el entonces presidente Enrique Peña Nieto ordenó para Lozoya la Dirección de Pemex. El secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, le dio posesión. La esencia de su discurso, al asumir el cargo, fue que la compañía debía convertirse en un ejemplo de empresa a nivel mundial. Aquella vez, Lozoya se comprometió a no privatizarla, a trabajar con reglas claras y a poner cero tolerancia a cualquier comportamiento ilegal.

Para entonces, Lozoya Austin habría sido evaluado por ejecutivos de Odebrecht como un hombre fuerte cuya influencia crecería con los años. Por ello lo habrían contactado. Era el tipo clave. El rostro del nuevo PRI en el poder. Altos ejecutivos de la constructora, la más grande de América Latina, se habían propuesto conseguir contratos en una decena de países de Latinoamérica, y en México se impulsaba una reforma energética que implicaba la apertura del sector a capital privado. Lozoya era el objetivo. No había más.

Pero en marzo de 2014, la empresa brasileña viró en sus planes. La Fiscalía de Paraná en el sur de Brasil dio con una operación en locales de autoservicio y lavados de coches en Brasilia. La sospecha era que había concesiones fraudulentas de contratos públicos de Petrobras a empresas interesadas a cambio del pago de sobornos a políticos y funcionarios. Esta investigación fue bautizada como “lava jato” (lavado de carros).

Las investigaciones en Petrobras llevaron a una trama más intrincada y sofisticada en el pago de sobornos. Odebrecht, la constructora más grande de América Latina, estaba implicada, pero no sólo en Brasil; sino en 12 países (10 en América Latina y dos en África). En diciembre de 2014, la empresa se declaró culpable ante la justicia de Brasil y dos años después el entonces presidente de la constructora, Marcelo Odebrecht, fue condenado a 19 años de cárcel. 

La justicia del país amazónico llegó a acuerdos de cooperación con 78 exfuncionarios de Odebrecht, entre ellos, Luis Alberto de Meneses Weyll, director superintendente en México. El premio por contribuir sería la reducción de penas. Así, bajo su voluntad, el exejecutivo brindó testimonios ante el Ministerio Público Federal brasileño. Dijo cómo habría pagado sobornos en México a un funcionario clave y fuerte: Emilio Lozoya Austin. Sus declaraciones se encuentran en el Anexo Temático 19, titulado “Presidente de Pemex”. La comparecencia indica que el flujo de pagos ilegales se hizo en cuentas en dólares americanos o francos suizos.

EL IMPERTURBABLE

Pero a Lozoya Austin los vientos en la Amazonia no lo perturbaban. En 2014, bajo su dirección, Pemex compró las empresas Agronitrogenados y Fertinal por 442 millones de dólares. Las compañías tenían 14 años sin operar y el 60 por ciento de sus fierros estaban en estado inservible. La decisión le generó a la petrolera pérdidas por mil 400 millones de dólares. En cambio, Altos Hornos de México, adueñada por Alonso Ancira, se apropió de la ganancia de la transacción. (Por este episodio, Lozoya Austin también tendrá que declarar ante un juez por haber “inflado” el precio de la chatarra. Ello está en la integración del delito de cohecho).

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La buena vida seguía siendo el estilo de Lozoya Austin. Ese mismo 2014, Pemex adquirió un avión Cessna Citation Sovereign con el fin de vigilar la red de ductos y evitar el robo de combustible. Él lo usó para ir y regresar de destinos de playa como Cancún, Zihuatanejo y Huatulco. En 21 ocasiones fue a Estados Unidos a los lugares más exclusivos: Westhampton e East Hampton, en Nueva York, de acuerdo con las bitácoras de vuelo entregadas por la Secretaría de la Defensa Nacional a la Auditoría Superior de la Federación (ASF). 

Para volar, no sólo usaba ese avión. En el helicóptero Eurocopter EC-145 201, también adquirido a través del proyecto de inversión para vigilar las instalaciones de Pemex, Emilio Lozoya fue a la Torre GAN (donde se encuentra la sede de Altos Hornos de México), el Hospital Central Militar, el Hospital Ángeles, el Parque Bicentenario, la Torre IUSA, Atizapán, Valle de Bravo, Cuernavaca, el Hotel Hilton, el Hotel One y Teotihuacan, según la bitácora que reproduce la ASF.

En febrero de 2016, el presidente Enrique Peña Nieto le recibió la renuncia. Se fue mientras la producción petrolera iba en declive, los precios del crudo subían en el mundo, el nivel de importación de gasolinas y la refinación alcanzaba mínimos históricos. Había entrado a dirigir la petrolera nacional durante la histórica reforma energética que abrió el sector al capital del mundo por primera vez en 75 años y la dejaba sumida en crisis.

@Linaloe_RF

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Linaloe R. Flores

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