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Los 12 Apóstoles: Genaro García Luna reclutó un club secreto de narcopolicías

Pagaban 50 mil dólares por obtener puestos directivos en áreas policiacas. El entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, controlaba el clan que protegió al Cártel de Sinaloa. Javier Herrera Valles, excomisario general de la Policía Federal, revela en entrevista que, “definitivamente, Felipe Calderón sabía. Todo su gabinete sabía”.

5 / 19 / 20

EMEEQUIS.– En mayo de 2007, una tragedia convirtió a Javier Herrera Valles en uno de los hombres más poderosos del país. En aquel año, un convoy de 50 sicarios recorrió sin molestias 300 kilómetros de carreteras federales en Sonora. Cargaban rifles de alto poder, granadas, chalecos antibalas y una encomienda: matar tantos policías estatales como pudieran. Al final de su misión, los gatilleros masacraron a cinco uniformados en Cananea.

La indignación de la población por el multihomicidio llevó al entonces gobernador de Sonora, Eduardo Bours, a presionar al gobierno federal para que el Comisario General de la Policía Federal, Javier Garza Palacios, fuera despedido por no cerrar el paso a los criminales. En su lugar quedó un veterano piloto de la extinta Policía Federal de Caminos: el comandante Javier Herrera Valles.

El puesto era tan complejo como su nuevo rango: debía usar su experiencia en operativos conjuntos en Michoacán, Guerrero, Nuevo León y Tamaulipas para darle rumbo a la recién empezada “guerra contra el narco”. Sin embargo, tres meses después de su nombramiento, descubriría que la batalla más dura no estaría en las calles y contra los cárteles, sino dentro del propio gobierno y ante un inesperado enemigo: el poderoso secretario de Seguridad Pública del presidente Felipe Calderón, Genaro García Luna, y su club secreto conocido como “Los 12 apóstoles”. 

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“Supe de esto en agosto de 2007”, cuenta Javier Herrera Valles desde su casa, en entrevista exclusiva para EMEEQUIS. “Yo ya había detectado que la mal llamada guerra contra el narcotráfico era pura simulación. Se anunciaban los operativos como para prevenir a los delincuentes, no se hacían labores de inteligencia y se ponía en riesgo a los compañeros policías. Estaba buscando cómo corregir esa situación, cuando un hombre llegó a mi oficina”.

Aquel hombre era un comandante de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), donde había conocido a Genaro García Luna, cuando éste era el titular de la agencia. Ese tipo soberbio y turbio se presentó como un nuevo comisario regional. Cuando Javier Herrera Valles le preguntó quién lo había contratado sin su autorización, el hombre dijo que la orden venía de “arriba”.

Al revisar su expediente, Javier Herrera Valles descubrió que ese hombre había sido destituido en su cargo anterior por presuntos nexos con el crimen organizado. Tampoco había aprobado sus exámenes de control y confianza. Y tenía mala reputación en el gremio.

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No sería el único. En los siguientes días llegaron 11 hombres más hasta las oficinas de Javier Herrera Valles, quien recuerda que aquel grupo compacto se le conoció después como “Los 12 Apóstoles”, todos con dos rasgos característicos: tenían un oscuro pasado y seguían religiosamente a su mesías Genaro García Luna. 

EL CLUB DE LOS 50 MIL DÓLARES

“Después me enteré por un conocido que para pasar de mandos destituidos en la AFI a comisarios o directores generales adjuntos en la Policía Federal había que pagar 50 mil dólares”, narra Herrera Valles. “Yo, por supuesto, los rechacé. No les firmé sus ingresos, pero en octubre me los pusieron a la fuerza (…) Después, claro, no fueron sólo 12. Fueron muchos los que pagaban para entrar y lo hacían en dólares, porque a los jefes no les gustaba la moneda nacional. Todo lo pedían en dólares”. 

Entre ellos estaban altos funcionarios del calderonismo como Nahúm García Martínez, jefe de la sección 1 del Estado Mayor; Héctor Moreno Mendoza, director general de Puertos y Fronteras; o Benito Roa, director general del área antisecuestros de la Policía Federal. 

Herrera Valles le escribió un par de cartas a Calderón. Aquí mientras intenta tomar la palabra en una comparecencia de García Luna. Foto: Rodolfo Angulo / Cuartoscuro.com.

Los “Apóstoles” siempre llegaban a puestos que, convenientemente, eran importantes para el Cártel de Sinaloa: carreteras por donde los “chapos” movían su droga, regiones donde debían golpear a los enemigos de Joaquín Guzmán Loera, aeropuertos, puertos marítimos, zonas turísticas de alto interés para el entonces cártel más poderoso del país.

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El acomodo de esos personajes coincide con los años dorados de “El Chapo” Guzmán y su imperio de las drogas. A pesar de ser el “hombre más buscado de México”, eran comunes las historias de personas que aseguraban haberle visto en restaurantes o en el campo. Esa libertad le permitió cosechar miles de millones de pesos que lo llevarían, dos años más tarde, al puesto 701 de la lista de los hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes.

Javier Herrera Valles, cuenta, intentó sacarlos de la estructura de la Policía Federal, pero le fue imposible. Lo más que logró fue apartarse de ellos; el club secreto comenzó a responder únicamente al mando de Édgar Millán Gómez, coordinador general de Seguridad Regional de la Policía Federal y mano derecha de Genaro García Luna.

“Édgar Millán, quien era mi jefe inmediato, los movía a diferentes partes de la República sin mi conocimiento. Estaban adscritos a mi área, pero yo no tenía control sobre esas personas. Cuando protesté recibí un mensaje muy claro: ‘te recordamos que quien no está con el ingeniero García Luna está en su contra’”. 

Un año después, Édgar Millán sería asesinado en la vecindad 132 de la calle Camelia en el barrio bravo de Tepito. Nueve disparos hechos por un sicario del Cártel de Sinaloa acabaron con su vida. La versión oficial de su asesinato es que el crimen organizado lo atacó por su valiente servicio a la nación, mientras que la versión no oficial, la más contada en los pasillos de las agencias de seguridad, es que Édgar Millán incumplió un acuerdo con los hermanos Beltrán Leyva y se lo cobraron con sangre. 

LAS CARTAS A FELIPE CALDERÓN

“Ese club no solo pagaba su ingreso. También debían generar ingresos para mantenerse ahí y pagaban en dólares para estar en las plazas más importantes. Por supuesto, era mucho dinero que se repartían hasta lo más alto del gobierno”, recuerda.

¿Cuánto tiempo más operaron los “Apóstoles”? ¿De qué apoyos al Cártel de Sinaloa fueron responsables, bajo el mando de Genaro García Luna? Javier Herrera Valles no conoce la respuesta, porque en febrero de 2008 su carrera tuvo una abrupta pausa.

Indignado por la corrupción que veía en la Secretaría de Seguridad Pública, la de su titular y sus “Apóstoles”, Javier Herrera Valles le escribió un par de cartas al presidente Felipe Calderón para ponerlo al tanto de los presuntos nexos de su secretario con el crimen organizado. Las misivas fueron ignoradas por el mandatario, pero Genaro García Luna no dejó pasar la afrenta. 

El 17 de noviembre de 2008, mientras viajaba con su hijo rumbo a Noticieros Televisa para hablar en vivo y en televisión nacional sobre las corruptelas de Genaro García Luna, su automóvil fue interceptado en la calle Balderas. El comando armado lo subió a otro vehículo no rotulado y lo golpearon hasta romperle la costilla. Esa noche durmió en una casa de arraigo en la colonia Doctores, propiedad de la Procuraduría General de la República, donde supo que no estaba secuestrado, sino detenido: para su sorpresa, el gobierno mexicano lo acusaba de nexos con el crimen organizado, el mismo delito por el que había acusado a su jefe. 

El calderonismo no lo perdonó. Al terminar los 40 días de arraigo fue enviado al penal federal “El Rinconcito”, en Tepic, Nayarit, una cárcel dominada por el Cártel de Sinaloa. Ahí vivió el proceso judicial en su contra, que incluía una serie de testimonios de testigos anónimos y protegidos que supuestamente lo señalaban como receptor de sobornos en dólares por parte del crimen organizado y que terminaron en una sentencia de 10 años de prisión.

Sin embargo, en septiembre de 2012, en el ocaso del “calderonismo”, un tribunal federal ordenó la excarcelación del excomisario, tras considerar que las acusaciones eran falsas y se habían obtenido bajo tortura. Tras cuatro años de prisión, Javier Herrera Valles recuperó su libertad absuelto de delitos contra la salud y delincuencia organizada.

FIGURA INCÓMODA PARA GARCÍA LUNA

Desde entonces, se ha vuelto una figura incómoda para Genaro García Luna. Durante años, insistió, una y otra vez, en la colusión del exsecretario de Seguridad Pública con el narcotráfico. Fueron tantos años de un boxeo de sombras que cuando recibió la noticia de que su enemigo había sido arrestado por nexos con el Cártel de Sinaloa, el 10 de diciembre de 2019 en Texas, Estados Unidos, no lo podía creer.

“Yo estaba en la Ciudad de México y me llegó un mensaje de un amigo muy cercano y me dijo que habían detenido a Genaro García Luna. Yo no lo creí, no parecía posible. Le hablé a mi esposa y le pedí que revisara en internet. Y sí, ella me confirmó que había sido detenido en Estados Unidos (…) ¿Qué sentí? Sentí que se podía hacer justicia, pero frustración de que no fuera detenido aquí en México, donde agravió a tantas personas. Pero al menos hay garantía de que en Estados Unidos no va a poder librarse”.

Tras la detención del “supersecretario”, Javier Herrera Valles revivió las cartas que prevenían al expresidente Felipe Calderón sobre su colaborador. El michoacano respondió a las críticas el 13 de diciembre del año pasado mediante su cuenta de Twitter, donde aseguró que las misivas solo contenían denuncias por “irregularidades operativas y administrativas”, no por complicidad con el crimen organizado.

 “Por lo tanto, reitero que desconocía los hechos por los que se le acusa (a Genaro García Luna) en EUA”, tuiteó el exmandatario. 

 “DEFINITIVAMENTE, FELIPE CALDERÓN SABÍA”

“Eso es absolutamente falso”, revira Javier Herrera Valles, con una risa incrédula. “Definitivamente, Felipe Calderón sabía. Gente cercana a él estuvo tratando, por años, de hacerle ver que mis señalamientos estaban fundados, pero él no los escuchaba. No solo él: todo su gabinete sabía. Mis padres eran panistas, conocían a muchos diputados y senadores, secretarios de su gabinete, y siempre supo esto. Sin duda alguna”.

Cuando Javier Herrera Valles imagina cómo sería México hoy, si el expresidente Felipe Calderón hubiera tomado cartas en el asunto o detenido las ambiciones de Genaro García Luna, su voz adquiere un tono grave, como el de quien siente nostalgia por un tiempo que nunca existió. 

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“Él le vendió la idea a Calderón de declarar la guerra contra la delincuencia organizada estando comprometido con un cártel. Él es el responsable de tanta sangre, tanto dolor, tantas familias enlutadas para que él y unos cuántos hicieran mucho dinero”, se lamenta el excomisario. “Ahora le toca pagar, a él y a su círculo cercano, aunque el daño que hicieron ya es irreversible”.

@oscarbalmen

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Oscar Balderas

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